viernes, 2 de diciembre de 2016

 








Esta noche Wendy y Susan fuman mirándose
con la cara en el cristal empapado
en una habitación del Hotel Victoria.

¿Cuánto falta para ser el lobo en las fiebres y dragón
en un dolor de muelas? Me encontré con la noche
y el poema apoyado en un farol. La luz parpadeaba,
el ruido apagó las buenas costumbres, encendió modales.

Magma de un volcán, hueso de aguacate,
Puerta del Sol y de la lluvia, humo en los pulmones.
Yo quería contar la historia de una miliciana
de buena familia, con un pie de sirope y charol negro.
Sobre la vía de la primera noche del siglo XX
recorriendo el reloj abyecto, en el que todos están vivos.
Con el fusil clavado en el cielo mínimo y febril de una foto.
Me falta hondura al hablar de los abuelos héroes;
Desertores tan valientes del fin del mundo.
Esta noche, Wendy y Susan, a eso de las cuatro
Prisioneras del sueño fuman frente a frente
con la cara pegada en el cristal
cuando el sentido de una idea  sólo puede ser en la derrota.

Aquellos trenes hasta la antigua Stalingrado,
noches en hoteles sin decoro.
Prolijos los recuerdos de todo aquello que no ha sido.

Naoko entra en la habitación, se encoje de hombros
y nos pregunta si alguien quiere saber

por qué enfermó la madrugada. 

Autor: Roberto Gutiérrez Currás 

Corrección de estilo: Andrea Lopez Monroy

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