Esta
noche Wendy y Susan fuman mirándose
con
la cara en el cristal empapado
en
una habitación del Hotel Victoria.
¿Cuánto
falta para ser el lobo en las fiebres y dragón
en
un dolor de muelas? Me encontré con la noche
y el
poema apoyado en un farol. La luz parpadeaba,
el
ruido apagó las buenas costumbres, encendió modales.
Magma
de un volcán, hueso de aguacate,
Puerta
del Sol y de la lluvia, humo en los pulmones.
Yo
quería contar la historia de una miliciana
de
buena familia, con un pie de sirope y charol negro.
Sobre
la vía de la primera noche del siglo XX
recorriendo
el reloj abyecto, en el que todos están vivos.
Con
el fusil clavado en el cielo mínimo y febril de una foto.
Me
falta hondura al hablar de los abuelos héroes;
Desertores
tan valientes del fin del mundo.
Esta
noche, Wendy y Susan, a eso de las cuatro
Prisioneras
del sueño fuman frente a frente
con
la cara pegada en el cristal
cuando
el sentido de una idea sólo puede ser en
la derrota.
Aquellos
trenes hasta la antigua Stalingrado,
noches
en hoteles sin decoro.
Prolijos
los recuerdos de todo aquello que no ha sido.
Naoko
entra en la habitación, se encoje de hombros
y
nos pregunta si alguien quiere saber
por
qué enfermó la madrugada.
Autor: Roberto Gutiérrez Currás
Corrección de estilo: Andrea Lopez Monroy
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